Oracion de poncio pilato

Creo en Dios, el padre todopoderoso, creador del cielo y la tierra

Creo en Dios, padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor.Fue concebido por el poder del Espíritu Santo y nació de la Virgen María.Padeció bajo Poncio Pilato, fue crucificado, murió y fue sepultado.Descendió a la muerte. Al tercer día resucitó.Ascendió al cielo y está sentado a la derecha del Padre.Volverá para juzgar a los vivos y a los muertos.Creo en el Espíritu Santo,en la Santa Iglesia Católica,en la comunión de los santos,en el perdón de los pecados,en la resurrección de la carne y en la vida eterna. Amén.

Oraciones católicas tradicionales

Padre celestial, te agradezco por amarme. Te agradezco por enviar a Tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, al mundo para salvarme y liberarme. Confío en Tu poder y gracia que me sostienen y restauran.Padre amoroso, tócame ahora con Tus manos sanadoras, porque creo que Tu voluntad es que esté bien de mente, cuerpo, alma y espíritu. Cúbreme con la Preciosísima Sangre de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, desde la cima de mi cabeza hasta la planta de mis pies.Echa fuera todo lo que no debería estar en mí. Desarraiga cualquier célula malsana y anormal. Abre cualquier arteria o vena bloqueada y reconstruye y repone cualquier área dañada. Deja que el fuego de tu amor sanador pase a través de todo mi cuerpo para sanar y hacer nueva cualquier área enferma para que mi cuerpo funcione de la manera en que Tú lo creaste.  Toca también mi mente y mis emociones, hasta lo más profundo de mi corazón. Satura todo mi ser con tu presencia, amor, alegría y paz y acércame más a ti en cada momento de mi vida.Y Padre, lléname con tu Espíritu Santo y dame poder para hacer tus obras para que mi vida traiga gloria y honor a tu Santo Nombre. Te lo pido en el nombre del Señor Jesucristo.    Amén.

Oración del credo del apóstol

En la Iglesia Católica, la oración es «la elevación de la mente y el corazón a Dios o la petición de cosas buenas a Dios»[1] Es un acto de la virtud moral de la religión, que los teólogos católicos identifican como parte de la virtud cardinal de la justicia[2].

La oración puede expresarse vocal o mentalmente. La oración vocal puede ser hablada o cantada. La oración mental puede ser la meditación o la contemplación. Las formas básicas de oración son la adoración, la contrición, la acción de gracias y la súplica, abreviadas como A.C.T.S.[3].

En la Iglesia Católica, se anima a los laicos a rezar diariamente las horas canónicas contenidas en la Liturgia de las Horas, que se realizan en siete momentos fijos de oración. El clero y los religiosos están obligados a rezar el Oficio Diario[4] Las fuentes que se utilizan habitualmente para rezar la Liturgia de las Horas incluyen el conjunto de cuatro volúmenes de la Liturgia de las Horas, el libro de Oración Cristiana de un solo volumen, y varias aplicaciones en dispositivos móviles[5].

Mediante la oración se reconoce el poder y la bondad de Dios, y la propia necesidad y dependencia. Es, por tanto, un acto de la virtud de la religión que implica la más profunda reverencia a Dios y habitúa a la persona a buscarlo todo en él. La oración presupone la fe en Dios y la esperanza en su bondad. Por ambas, Dios, a quien se reza, mueve al individuo a la oración[6].

Salve María

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. Danos hoy el pan de cada día y perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal.

Dios te salve María, llena de gracia, el Señor es contigo. Bendita eres entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestra defensa contra la maldad y las asechanzas del Diablo. Que Dios lo reprenda, te lo pedimos humildemente, y haz tú, oh Príncipe de los ejércitos celestiales, con el poder de Dios, arrojar al infierno a Satanás, y a todos los espíritus malignos, que merodean por el mundo buscando la ruina de las almas.

Dios mío, me arrepiento de mis pecados de todo corazón. Al elegir hacer el mal y dejar de hacer el bien, he pecado contra ti, a quien debería amar sobre todas las cosas. Me propongo firmemente, con tu ayuda, hacer penitencia, no pecar más y evitar todo lo que me lleve a pecar. Nuestro Salvador Jesucristo sufrió y murió por nosotros. En su nombre. Dios mío, ten piedad.

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